Mónica Vargas, socióloga, sobre percepción de desigualdad en la élite: “No es que no les importe, es que no saben”

 

Vargas, quien ahora preside la Federación de Colegios Profesionales, analizó el triunfo del rechazo en las tres comunas más privilegiadas del país a la luz de un estudio reciente que demuestra el desconocimiento de la desigualdad por parte de la élite. “Necesitamos más contacto entre distintos”, indica.

El domingo 25 se llevó a cabo el plebiscito para determinar la redacción de una nueva constitución o la mantención de la antigua. El Apruebo venció por una mayoría abrumadora, alcanzando el 78% de las preferencias, confirmando la confección de una nueva carta magna. Pero la elección, además de corroborar las ansias del país por levantar un nuevo pacto social, vino a comprobar el distanciamiento de cierto segmento minoritario respecto al resto de la sociedad. En las tres comunas de niveles socioeconómicos más altos del país, el rechazo resultó triunfante. Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea fueron tres de las sólo cinco comunas a nivel nacional que estuvieron por mantener la Constitución actual, junto a Colchane y la Antártica.

Pero no sería la primera vez que la élite se desprende del resto de la ciudadanía de forma marcada. De hecho, no fue siquiera la primera vez en el mes.

El domingo 11 de octubre, El Mercurio publicó los resultados del estudio Percepciones Sobre Desigualdad en la élite chilena, llevado a cabo por la empresa de big data, Unholster y el Círculo de Directores, una organización compuesta por distintos directores de empresas, dependiente de la escuela de negocios de la Universidad de los Andes. Los resultados dan cuenta de una profunda desconexión de cómo se vive la desigualdad en Chile por parte de la porción más poderosa de la nación. (Revisa acá el artículo de El Mercurio sobre el estudio, replicado por el Círculo de Directores en su web)

A través de 239 encuestas contestadas por líderes de opinión del mundo empresarial, la política, las comunicaciones y la academia, el estudio puso números a cómo percibe la élite el tejido social. Según este, la élite cree que Chile se divide en un 25% de clase baja, 57% de clase media y un 18% de clase acomodada. La realidad es demoledora: la clase baja está compuesta por un 77% de la población, la media por un 20% y la acomodada por apenas un 3%. (Revisa acá el estudio de Unholster y el Círculo de Directores, Percepciones Sobre Desigualdad en la élite chilena)

El desconocimiento también se ve plasmado en otras cifras, errando por números considerables la percepción de temas como el avalúo fiscal de la vivienda promedio en un estrato socioeconómico medio y bajo, el acceso a Isapre o el nivel educacional de otros segmentos.

Por otro lado, el estudio informa de una cifra alentadora: para un 65% de los encuestados, la desigualdad debería ser uno de los temas más importantes a discutir, mientras que un 16% manifestó que debería ser el tema más importante.

“En realidad, sólo esta universidad [la Universidad de los Andes] pudo haber hecho algo así”, indica Mónica Vargas, doctora en sociología, ex presidenta del colegio de Sociólogos y actual presidenta de la Federación de Colegios Profesionales Universitarios de Chile. “Me parece interesante que primero se lo hayan planteado, porque implica que hay un interés, y; segundo, tuvieron la posibilidad de ingresar a esa élite y de obtener respuestas de esos 200 miembros”, explica respecto al estudio, ya que dentro de este segmento, según la socióloga, hay una marcada desconfianza hacia el resto, por lo tanto si se quiere realizar una investigación se tiene que pertenecer y, a su vez, manejar los códigos de la élite. La Universidad de los Andes, entonces, maneja el código, generándose algo que Vargas cataloga como “confianza de la complicidad”.

En entrevista con INTERFERENCIA, Mónica Vargas analizó los resultados del estudio Percepciones Sobre Desigualdad en la élite chilena, haciéndolo dialogar a su vez con la marcada diferencia electoral entre las comunas más privilegiadas con el resto del país durante la votación del plebiscito constitucional.

Luego de un plebiscito donde pareciera haberse explicitado aún más la frontera entre las comunas de la zona oriente de Santiago respecto al resto ¿qué lectura hace del estudio sobre percepción de la desigualdad en la elite nacional?

Me pareció super interesante que la desigualdad sea catalogada por la misma elite como algo prioritario a tratar. ¿Eso qué refleja? Las élites no son gente mala, no es que sea gente monstruosa que llega ahí y que solamente quieren ser dueños del poder. Son personas comunes y corrientes, que ríen, lloran, sienten, que tienen hijos, que tienen perros y gatos, y tienen una sensación incómoda respecto a la desigualdad en este momento ya que no saben muy bien cómo abordar el tema. Cuando esta encuesta nos dice que hay un 60 y tanto por ciento de élite que responde que la desigualdad debiera un tema prioritario, lo que nos dice es que les importa, pero lo que pasa es que no saben. Cuando la encuesta plantea una brecha tan grande entre la percepción y la realidad, lo que nos está diciendo – más allá de que la élite no comprende y no conoce – es que estamos tan fracturados y distanciados como sociedad que no hay ninguna posibilidad de imaginar cómo vive el otro. Eso es lo más grave que pasa en nuestro país, esa fragmentación absoluta y clausura de los grupos, no sólo de elite, sino en general, que no deja que logremos conversar. 

¿El triunfo del rechazo en tres comunas de la zona oriente de la capital, las tres con niveles socioeconómicos más altos, mientras que en el resto ganó por cómoda diferencia el apruebo, apunta a un desconocimiento de cómo vive la mayor parte del país? ¿Se puede explicar también como una suerte de egoísmo por parte de un sector de la población que sí está consciente de la desigualdad pero que teme y no está dispuesta a perder sus privilegios?

Ambos yo creo. Todo depende del matiz. Por una parte, hay efectivamente personas que les mueve ese egoísmo, el tener más y más, seguir acumulando, por lo que temen mucho que se les vaya a "quitar" lo que tienen. Además, hay toda una construcción discursiva respecto a las expropiaciones, a lo que pudiera pasar, a Chilezuela. Hubo una construcción de eso, al estilo de "a usted lo poco que tiene o lo mucho que tiene se lo van a quitar si gana el apruebo". 

Pero por otro lado, cuando uno mira esta encuesta hecha a la élite, entiende que también hay desconocimiento. No sé si me explico, pero es como si habláramos lenguajes distintos o viviéramos en países diferentes. Porque además tampoco es lo mismo el “rechazo” en comunas como Ñuñoa o Santiago, respecto al “rechazo” en La Pintana. El origen, la manera en que esas personas se plantearon la opción – porque ahí también hubo votos del rechazo – tiene otra connotación. Y lo mismo en el voto apruebo. Incluso son códigos distintos, maneras de hablar distintas. Si uno va a una comuna como Vitacura, se habla un lenguaje, una manera de transmitir, comunicar qué estás pensando, muy distinta a lo que puede ser en La Pintana. Pasa que la misma idea se expresa con conceptos distintos. Entonces, yo creo que ahí hay un nudo que tenemos que desatar como sociedad. 

¿Más contacto entre clases?

Más contacto entre distintos. Por ejemplo, antes las universidades públicas, hasta los años ochenta, eran el espacio de educación, por lo tanto un cabro que era bueno en el colegio y que lograba llegar a la universidad, que era muy difícil, pero se podía, en esos espacios se lograba de alguna manera una mixtura. Por eso uno tenía compañeros de universidad de espacios pobres y otros con casas gigantes, y se producía el contacto, por cierto, en una universidad de élite, pero algo había de espacio de comunicación. La educación pública hasta los ochentas era un espacio de encuentro, la gente privilegiaba la educación pública porque era buena, estaba la posibilidad cierta de aprender lo que había que aprender, pero todo eso se destruyó. 

Ahora no existe el espacio para encontrarnos, ni siquiera en la plaza. Están en distintos territorios, aunque siempre la élite ha estado en otros territorios, en el centro antes y los más pobres más allá del Mapocho, pero antes había un mercado donde encontrarse, donde establecer este “pololeo”. Había un grupo de personas que trabajaba para otras y, de alguna manera, por lo menos, una persona podía ver al otro. Si trabajabas para alguien podías ver a tu jefe. Hoy no. Hoy hay una invisibilización del otro, el otro pasa a ser nada, y aquí quiero decir que pasa con quien es o no élite, que ese que no piensa como yo, de alguna manera lo saco y lo niego, y esto pasa en todos los espacios, no es algo de elite no más.

 
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